La educación sexual integral es un factor protector contra el abuso sexual infantil

No son tiempos fáciles. El encierro, la incertidumbre y el miedo deambulan al interior de nuestros hogares en este periodo de pandemia. Muchas madres y padres están haciendo lo posible por contribuir en la educación de sus hijos/as, e incluso están viendo este tiempo como una gran oportunidad para avanzar en otro tipo de aprendizajes que son vitales para la vida.  Muchas familias están dialogando, por ejemplo, en la importancia de la educación sexual.  Pero ¿cómo abordar estos temas? ¿Qué debo considerar? ¿No será muy pequeño/a mi hijo/a para hablar sobre esto? 

Como Fundación entendemos que la educación sexual que se imparte de manera gradual y científicamente precisa (no basada en creencias personales) constituye un derecho fundamental de los/as niños/as y les podría alertar incluso sobre el abuso infantil. Es por este motivo que conversamos con Marisol Navea,  psicóloga y Diplomada en Género, Derechos Humanos y Políticas Públicas para profundizar sobre esta temática. Ella se ha enfocado desde el activismo y su vida profesional a trabajar temas relacionados con derechos sexuales y reproductivos, educación sexual, diversidad/disidencia sexual y violencia contra las mujeres en contextos urbanos y rurales. 

Antes de empezar la entrevista, Marisol menciona que para ella es importante expresarse de manera no binaria, por lo tanto utilizará el pronombre neutro terminado en “e”. “Estoy convencida de que el lenguaje crea realidades y además, para mí es importante darle cabida a todas las personas, no solo a ellas que se identifican con lo femenino o masculino. Con la “e” cabemos todes”, menciona.

Marisol, nos puedes explicar por qué es tan importante incluir la palabra “integral” cuando se habla sobre “Educación Sexual”

Sí, la educación sexual debe ser integral, esto se refiere a incluir aspectos biológicos, psicológicos, cognitivos, sociales, culturales e históricos de la sexualidad. Uno de los problemas de la educación sexual que se suele impartir en las escuelas, es que se enfoca solamente en lo biológico y en lo reproductivo, desde un enfoque de riesgo. Es decir, una educación sexual que tiene por fin exclusivamente la prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual y el embarazo no deseado. ¿Acaso esto no es reducir una dimensión humana tan importante como es la sexualidad?

Sexualidad también es bienestar, afectos y relaciones. Sexualidad es autoconocimiento y consentimiento. Sexualidad es identidad y expresión de género. Sexualidad es “quien me gusta” erótica y afectivamente. Sexualidad es respeto y autoestima. Sexualidad es cuerpo. Sexualidad es placer. Sexualidad es historia, mandatos sociales y culturales. Y la sexualidad también es política, ciudadanía y derechos.

Por otro lado, recuerdo como si fuera ayer las imágenes de gonorrea a todo color en mi sala de clases de segundo medio, y las planas imágenes de un preservativo con el que me familiaricé recién en mis primeras experiencias sexuales. En mi vivencia, que lamentablemente es muy común, la educación sexual se centró en la entrega de conocimientos, no desarrollando habilidades, actitudes ni valores. Esta es otra dimensión muy importante de la integralidad.

¿Puede la educación sexual ser un factor protector para evitar el abuso infantil? 

En enero de este año, el diario El País informó que en Argentina “ocho de cada diez niños víctimas de abuso sexual lo contaron en la escuela” y que las charlas de educación sexual integral (ESI) fueron las que permitieron que niñes identificasen situaciones de abuso y las denunciaran. 

Ahora bien, cabe preguntarse qué características tiene esa Educación Sexual Integral para que niñes cuenten con la información suficiente y sientan la confianza para develar, en el contexto escolar, un abuso sexual. 

La UNESCO, a través de sus Orientaciones Técnicas Internacionales sobre Educación en Sexualidad, propuso en 2018 objetivos de aprendizaje diferenciados por edad desde los 5 a los 18 años. Las temáticas son transversales a la edad: se habla de relaciones, valores, derechos, cultura, sexualidad, género, prevención de la violencia, habilidades para la salud y el bienestar, cuerpo humano, conducta sexual, salud sexual y reproductiva, entre otros; sin embargo, estos tópicos son trabajados con una complejidad creciente de acuerdo con la etapa del desarrollo. Por ejemplo, respecto al tema “conducta sexual”, se espera que niñes de 5 a 8 años entiendan cuándo un contacto es apropiado y cuando no lo es, y sepan qué hacer y a quién acudir cuando un contacto sea inapropiado. Para el rango etario de 12 a 15 años, el resultado esperado es que les adolescentes cuenten con el conocimiento, actitudes y habilidades para tomar decisiones fundamentadas y responsables acerca de su conducta sexual. 

Aquí se derriba el mito de que la educación sexual en la primera infancia les “adelantará” o “quitará su inocencia”. Una de las principales características de la Educación Sexual Integral es que debe ser gradual y adecuada a cada etapa del desarrollo del niñe o adolescente. 

En la educación sexual en la primera infancia, también pueden desarrollarse habilidades para reconocer cuando un “secreto” es bueno o malo, reconocer las señales de peligro e incomodidad en el propio cuerpo, comunicarse efectivamente entre pares y adultes de confianza, entre otras. Además de ser elementos importantes en la educación emocional de un niñe, todas son habilidades que facilitan la puesta de límites y la develación de situaciones de abuso. 

Por otro lado, la perspectiva de derechos en educación sexual, permite que les niñes reconozcan que tienen derechos, que estos deben ser respetados y que cuentan con redes de apoyo y protección.  Este es un mensaje sumamente empoderador: les niñes aprenden que tienen derecho a decir que no, que sus cuerpos son suyos y que nadie puede transgredirles. 

Entonces, considerando lo anterior, ¿tú dices que es adecuado enseñar educación sexual desde pequeños/as? ¿No es contraproducente enseñar sobre educación sexual a tan temprana edad?

Como decía, según la Unesco, uno de los principios de la Educación Sexual Integral es su gradualidad. Por tanto, respetando este principio, la educación sexual puede enseñarse desde siempre. Sí es muy importante que les profesionales que la implementen, cuenten con la formación adecuada para ello, manejando lenguaje y metodologías adecuadas para les niñes. 

Por ejemplo, desde antes de los tres años es muy importante abordar asertivamente las conductas autoexploratorias naturales de les niñes. Muches adultes cuando ven a niñes tocando sus genitales se alarman y reaccionan con frases desafortunadas como “niña/o cochina/o!”, “eso no se hace!”, sin mayor explicación. Aquí lo adecuado sería no culpabilizar, y tender a que el niñe distinga entre lo que es correcto hacer en público y en privado. 

En palabras simples, ¿cómo debería ser la educación sexual para niños/as y adolescentes?

Desde mi perspectiva debe ser por sobre todo participativa. Son les niñes y jóvenes quienes en base a sus preguntas, reflexiones, necesidades y curiosidades van marcando la pauta. Y comenzar diagnosticando las necesidades y conocimientos, puede facilitar el trabajo, además de ser lo más honesto y pertinente posible. 

Es cierto que puede ser intimidante y un desafío trabajar temáticas de sexualidad que incluso en nuestra edad adulta podemos no tener resueltas, o en las que carecemos de formación. A les docentes, en ese caso, les recomendaría no tener miedo a buscar apoyo y asesoría, ni tampoco a exigir en su establecimiento la capacitación y orientación que requieran. Los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos y quienes trabajamos con niñes y jóvenes somos garantes de esos derechos, por lo que debemos contar con las herramientas necesarias.

Por último, aparte del abuso sexual, ¿qué más se puede evitar con la educación sexual?

En primer lugar, el acceso oportuno a información sobre servicios de salud sexual, en complemento con el fortalecimiento de habilidades intra e interpersonales, por supuesto que permite prevenir infecciones de trasmisión sexual y embarazos no deseados. 

La educación sexual integral también tiene la potencialidad de promover relaciones humanas basadas en el respeto. Por tanto, permite prevenir la violencia en el pololeo (cuyas cifras son preocupantes), además de prevenir conductas violentas y discriminatorias contra personas de las diversidades sexuales y de género.

Por otro lado, los establecimientos que incorporan la educación sexual integral como ejes de su proyecto educativo institucional y toman acciones en términos de gestión escolar: Protocolos contra el acoso y abuso sexual, políticas de paridad, currículums escolares con perspectiva de género, entre otros; pueden prevenir las desigualdades, y contribuir a la erradicación de la violencia contra las mujeres. Las adolescentes siguen puntuando por debajo de los hombres en la PSU, y las niñas se sienten menos seguras de sus conocimientos en matemáticas y ciencias, a pesar de tener mejores resultados que los niños. Las desigualdades de género que ocurren en el contexto escolar impactan negativamente las vidas de las mujeres y niñas, y las escuelas deben comprometerse a erradicarlas.

Conoce más a Marisol Navea

Psicóloga, Diplomada en Género, Derechos Humanos y Políticas Públicas

Postitulada en Psicoterapia de Orientación Psicodramática.

Mi experiencia laboral y activista se ha enfocado en derechos sexuales y reproductivos, educación sexual, diversidad/disidencia sexual y violencia contra las mujeres en contextos urbanos y rurales.

Actualmente trabajo con adolescentes y jóvenes de un proyecto de Amnistía Internacional que se llama “Es mi cuerpo”, el cual se enfoca precisamente en empoderar a jóvenes para que defiendan los derechos sexuales reproductivos y repliquen lo aprendido a sus pares.